No es tarea fácil adaptarse a los cambios. A mí me está costando y voy cuesta arriba como un caracol sin ojos. Desde que nos cambiaron de oficina no soy la que era. Voy con mi memoria de pez pecera incluída que no me cabe en el bolso. Tendré que comprarme además una mochila porque el bolso no da para tanto. Y cuando tengo que buscar el bono-bus... Pero por suerte o por desgracia hay más gente con una situación similar a la mía, eso me salva. No me acostumbro a caras sin nombre. Caras, unas deambulando de un lado a otro de las distintas salas; otras sumidas en sus máquinas como si el mundo pasara al margen. Y yo, deambulando también poniendo nombres a esas caras y buscando respuestas a infinitas preguntas. Y voy a comer, y encuentro más caras sin nombre...Mi cerebro circula con el freno puesto y esto no es compatible. Se está parando... se paró.Y no puede volver a arrancar.Mañana será un nuevo día.
2 comentarios:
Siempre hay un nuevo día, y confiar que será un poco mejor que el anterior.
cuanta razón tienes Jesús, gracias por tus ánimos
Gema
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